top of page

¿CRIMINALES? UNA CRÍTICA A MITÓFAGO

COMITÉ EDITORIAL

Bajo la premisa de que la historia la escriben los vencedores han emergido una buena cantidad de autoproclamados desmitificadores que se proponen “devorar mitos históricos”, según reza el lema de Mitófago, un portal en internet que, entre otros muchos, forma parte del grupo mencionado.

En el presente texto, pretendemos “desmitificar” desde una perspectiva crítica algunos de los textos que se encuentran en Mitófago, lo haremos también con una visión histórica, puesto que quienes escriben en este sitio dicen hacerlo de la misma manera: “devorando mitos históricos”. ¿Riesgos? Tales como la “criminalización” de los personajes a quienes atacan y, más grave aún, la promoción de su actuar descontextualizado, sin una cabal comprensión de los procesos históricos de los que fueron parte llenos de prejuicios mal intencionados.

***

La historia se escribe, la mayoría de las veces, es cierto, de forma vertical, desde el poder oficial hacia abajo, pero también existen quienes la escriben desde la oposición confrontándose, de esta forma, con las versiones oficiales.

Lo que hacen los “desmitificadores” y, particularmente, la página de Mitófago es utilizar el morbo para “explicar” personajes y procesos históricos, no importando la objetividad histórica –a la cual se debe, por lo menos, aspirar al escribir historia–, lo que está en juego es anteponer la posición política del autor (quizá hasta intereses personales que van más allá de los políticos y de los cognoscitivos) y deslegitimar, criminalizar y reducir a personajes y momentos políticos precisos y presentarlos como personas que no hicieron lo que debieron hacer y en cambio realizaron acciones expresadas con un sentido actual moralmente reprobables. De allí que toda la Historia que escriben está llena de datos, más que curiosos, que tienden, justamente, a descalificar y a descontextualizar.

Lo que se debe entender, es que en el momento en que un grupo u otro escriben historia, y son partícipes del proceso que analizan, existe una multiplicidad de intereses en juego, por lo que es indispensable tomar sus interpretaciones (escritas) con cautela y con una mirada crítica, es decir, entender quién, por qué y para qué se escribió dicha obra de cierta forma y no de otra, analizar la postura del autor y su rol en el desarrollo de la trama.

Esto último parece que no lo saben, lo omiten o, los redactores de la página de Mitófago, lo realizan de una manera maniquea que manipula cínicamente la información. Específicamente, en este artículo-respuesta abordaremos un texto recién publicado en su página. El título de dicho escrito: “Los cinco peores criminales que convirtieron en héroes patrios”,[1] para empezar, tiende a prejuzgar a los actores históricos, algo que, dicho sea de paso, no es labor del historiador (lo presentamos en estos términos, ya que ellos se adjudican esta tarea).

Lo primero que sorprende del artículo citado, es a quienes han elegido como “criminales vueltos héroes”: Miguel Hidalgo, Pancho Villa, Emiliano Zapata, los 43 normalistas desaparecidos y Ernesto “Ché” Guevara. Es decir, para el autor de este artículo los antes mencionados, mismos que han formado parte de procesos insurreccionales, transformaciones políticas y, por tanto, han sido víctimas de la violencia del Estado son criminalizados. Estamos, pues, en un capítulo más de la criminalización de la protesta social incluidos personajes históricos nacionales e internacionales, pasados y presentes.

Cabe preguntarse: ¿por qué justamente ellos son los calificados como criminales? ¿Por qué ellos y no otros? No es nuestra intención tachar de criminales a otros actores históricos, sino más bien poner el dedo en el renglón e invitar a la reflexión sobre el asunto.

Cuando en el texto el autor se refiere a Miguel Hidalgo, argumenta que éste no tenía la intención de lograr la independencia pero no explica ni el proceso ideológico ni el político de la Guerra de Independencia. Así pues, el argumento, además de ser más descalificativo que explicativo es el principal punto con el cual el autor no sólo criminaliza al llamado “Padre de la Patria”, sino que termina desconociendo el proceso independentista del movimiento encabezado por el cura de Dolores.

Ahora bien, el autor, al asegurar que Hidalgo fue “protagonista de una de las matanzas más absurdas donde se fusilo (sic.) gente inocente en Guadalajara” vuelve sobre lo mismo, a no explicar, descontextualizar y a pasar por alto el proceso que conllevó a la toma de la Alhóndiga de Granaditas. Si bien, dichos hechos a nadie enorgullecen, el autor parece olvidar, con alevosía, que Hidalgo comandaba masas de gente enardecidas por distintas causas, en su mayoría indígenas del bajío, quienes se le salieron de las manos al insurgente.[2]

Sobra decir que existe una multitud de estudios en los que se aborda el proceso ideológico que tuvo Miguel Hidalgo, así como sobre la mutación cultural del pensamiento político iberoamericano durante la crisis del Imperio Español, lo que desencadenó en el proceso independentista no sólo en México, sino en América Latina.[3] Quedarse con el morbo de una supuesta explicación histórica es como pretender descubrir el océano desde la superficie, es tener una nula comprensión de los procesos pasados y, sobre todo, de los procesos presentes; abordar al personaje sin contexto y sin proceso es absurdo.

Sobre Pancho Villa, asegura el autor que es “un asesino a sangre fría que de alguna manera se ha ganado el cariño de una nación.” Procede, a continuación, a enumerar una serie de crímenes que dan como resultado a “uno de los asesinos más prolíficos de la revolución.”

Sobre Emiliano Zapata el autor asegura que “[es] el principal autor de “el zapatismo” una ideología criminal que ha traído consecuencias hasta hoy en día, donde la violencia es uno de sus principales motores para defender “las causas justas” que ha engendrado grupos radicales revolucionarios por doquier.” Enumerando los “crímenes” del general sureño que, de acuerdo con el autor, van desde salvajismos como arrancar la piel de personas vivas hasta dinamitar el recto de mujeres, así es como explica la figura de Zapata.

Calificar de “salvajes” a los revolucionarios es no entender a la Revolución, es negar que existía ideología y objetivos claros en cada una de las facciones revolucionarias, desde los reaccionarios que querían regresar al Status Quo anterior, hasta los más avanzados ideológicamente como Ricardo Flores Magón, o Zapata, quien pese a no tener una formación teórica-ideológica supo esgrimir la bandera del agrarismo en favor de quienes habían sido despojados de sus tierras. Sobra decir que no todos buscaron el poder, claro ejemplo de ello son los generales Villa y Zapata a quienes, en el artículo que dio origen a este escrito, se les califica de criminales sin escrúpulos.

Retomando los calificativos lanzados contra Villa, en los que se intenta poner de manifiesto el carácter “salvaje” con que anteriormente ya se han referido a él, encontramos: “Entre sus crímenes mas conocidos se encuentran noventa soldaderas ametralladas en Camargo, seiscientos prisioneros ejecutados tras ser capturados en Rosario, decenas de chinos colgados de los álamos, violaciones en Namiquipa, Agostadero, Palo Quemado… Mujeres bañadas en petróleo y quemadas vivas, como la anciana Lugarda Ruiz, la viuda Luz Portillo y su nieta, Feliciana González y su hija de seis meses (sic.).”[4]

Si bien, es cierto que el general Villa tenía un carácter violento y severo, es evidente que al achacarle, sin mayores pruebas y evidencias, dichos crímenes intentan deslegitimar la imagen de Villa que prevalece en la memoria colectiva, y de esta forma negar su uso en manifestaciones populares. Nosotros podríamos agregar sin más que también fue responsable del fusilamiento de tres unicornios.

Si bien, Villa, sí se dedicó al bandidaje antes de la revolución, vendiendo ganado robado, el intentar deslegitimar su acción revolucionaria con crímenes que en ningún momento aclaran de dónde los han tomado, parece más bien un acto emanado del odio al general Villa, de una subjetividad que “se basta a sí misma”.

Volviendo sobre Zapata, sobra decir que todo es tan ridículo como su bibliografía. Lo que más risa causa del escrito de Arturo Herrera es que asegura que Zapata es el autor de una “ideología criminal que ha traído consecuencias hasta hoy en día, donde la violencia es uno de sus principales motores para defender las <<causas justas>> que ha engendrado grupos radicales revolucionarios por doquier”. Es evidente que el autor no ha leído un libro sobre el Ejército Libertador del Sur, es más, ni siquiera conoce los puntos del Plan de Ayala, mucho menos comprende la lucha de los sureños. Por otro lado, el autor vuelve a demostrar sus grandiosos dotes de imbecilidad al asegurar que hay una doctrina ideológica que emana directamente de Zapata y que ésta es violenta, radical y revolucionaria.[5]

Queremos imaginar que el autor de semejante barbaridad se basa en que los movimientos sociales populares tienen en Zapata y Villa, figuras que el pueblo identifica cercanas a ellos, por tal motivo se citan en casi todas las manifestaciones y sus frases, del mismo modo, inundan las redes sociales enfatizando la protesta social. Consignas como “Zapata vive, la lucha sigue” son gritadas en las calles cada que salen a defender su causa. Es la única explicación que encontramos a semejante estupidez.

El autor no parece comprender que los luchadores sociales poseen una ideología, o una experiencia de lucha que se remonta mucho más atrás del nacimiento de Zapata y que es rastreable desde tiempos tan remotos como las luchas en sociedades clasistas, o en la publicación de El Capital y el Manifiesto del Partido Comunista, en que se elabora una crítica a las formas de producción capitalista y se propone una organización diferente, o en otras expresiones sociales de repudio contra un orden determinado.

Los activistas “radicales”, “violentos”, si bien rescatan la figura de Zapata, no tienen en él su origen, dado que el general sureño no poseía una ideología radical marxista. Otros revolucionarios sí la tenían, como el profesor Otilio Montaño o, incluso entre quienes estuvieron en el gobierno de Carranza, como Antonio Villareal. Si la grave ceguera del autor persiste, recomendamos pensar antes de escribir, leer antes de pensar, y analizar antes de cualquier otra cosa. ¡O no escribir!

Dadas las circunstancias que enfrentamos, la parte más grave es en la que incluye en esta lista a los normalistas, de los que dice que “nadie deja de hablar” Se hace más que evidente que el autor no comparte la ideología de los normalistas, quizá ni siquiera la logra entender. No comprende la realidad social de Guerrero, en la que el tejido social se ha desgarrado y el narco ha ido infiltrándose en las esferas de poder político, dando como consecuencia una situación de ingobernabilidad en el estado.

Herrera considera que exigir justicia para los 43 estudiantes es muy “cuestionable”, los paros en las Universidades son acciones que las normales han “enseñado”, puesto que por su ejemplo los universitarios se van a paro. “En Guerrero por desgracia existe una educación marxista casi omnipresente, un estado que parece más un centro de adoctrinación.”[6] Quiere decir esto que al autor le parece más urgente eliminar la “adoctrinación” en el estado que atender la ola de violencia, impunidad, corrupción, injusticia social, y un largo etcétera que impera en Guerrero. Quiere decir esto que la imbecilidad de los redactores de Mitófago es más grande y grave de lo que pensábamos.

Para él, la primordial causa del desquebrajamiento social de Guerrero es que, gracias a la adoctrinación marxista que asegura es omnipresente, argumento muy cuestionable, surgen un sinnúmero de activistas y luchadores sociales que “mantienen pobre un estado que esencialmente es rico”. Es necesario que se expliquen tales afirmaciones prejuiciosas, ¿cómo es posible que quienes luchan por mejorar sus condiciones de vida sean la causa de la ausencia de poderes en Guerrero? Claramente, sólo se emite un discurso basado en prejuicios sin argumentos lógicos y carente de un esfuerzo por explicar el marxismo vertido en la cotidianidad de las normales rurales (particularmente, en la de Ayotzinapa). Éste sería un ejercicio mucho más crítico, explicativo y, por supuesto, más complejo.[7]

Para él la ideología marxista y el comunismo se reducen a la siguiente afirmación: “lo más sencillo es quitar la abundancia a quien la posee”, hace evidente su total y absoluta ignorancia respecto del marxismo como ideología y como medio para transformar a la sociedad y a la economía.

Y no acabando allí, los normalistas son presentados como “vándalos, asaltantes, secuestradores y extorsionadores”, nosotros no sabemos de dónde se informa, quizás sólo sea de su página, no sabemos si de verdad está al pendiente de lo que ocurre en el estado de Guerrero y en el país. Decir que los normalistas y las normales son el cáncer de Guerrero es criminalizarlos al grado tal que parece justificar los recientes y terribles acontecimientos en Iguala. Este señor no entiende lo que representan las normales rurales en estados con amplios márgenes de pobreza, y está en el mismo discurso oficial respecto de las normales (aun cuando esa página se propone ir contra la oficialidad).

Podemos estar en contra o a favor de las acciones que emprenden los normalistas como parte de la defensa que hacen de la educación pública, podemos no estar de acuerdo con su ideología, pero ello no implica que aplaudamos la ola de violencia que se los llevó, ello no significa que las normales sean la causa del deterioro social de estados como Guerrero, o que por su culpa el país se caiga a pedazos.

Sobre el Ché Guevara argumenta que lo único que tenía era una “adicción tremenda por la guerra”, que murió como “uno más”. Seguramente el autor jamás ha tomado en cuenta las acciones que tuvo en el gobierno revolucionario de Cuba, seguramente no sabe de la importancia guerrillera que tuvo el Ché para el triunfo de la revolución y, sobre todo, para que más pueblos pudieran seguir su ejemplo.

Para el autor la única contribución que hizo Ernesto Guevara a la Revolución cubana fue el fusilamiento al por mayor de opositores, asegura que fusiló a más de 2000 miembros de la oposición, cifra que resulta sobre exagerada, además de no citar fuentes. En este caso nosotros podemos decir que fue uno. Para los defensores del orden y las leyes, incluso ideológicamente, les aterra que las poblaciones barran a su paso con las normas y la legalidad, les asusta porque no pueden imaginar un mundo que no se rija por esos parámetros y todo lo que atente contra esa legalidad merece ser insultado. Pero a las poblaciones poco les importa la estúpida legalidad cuando comprenden que no está hecha para ellos ni los defiende, ni nunca lo ha hecho.

Pero no todo queda allí, el odio que muestra el autor hacia el Ché va más allá: asegura que es el criminal más perjudicial para América Latina, puesto que “su legado principal consiste en hacer creer que un puñado de gente puede cambiar todo un gobierno, por su puesto por la manera ilegal o violenta.” Vamos, este autor continúa reproduciendo su imbecilidad, la vía armada revolucionaria, guerrillera es un método para alcanzar el fin revolucionario, el que no sólo consiste en cambiar todo un gobierno, sino un sistema. Las guerrillas en América Latina han estado apoyadas por una ideología sólida, basada ya sea en los movimientos de liberación nacional o en el marxismo. Evidentemente, todo movimiento subversivo tiende a ser ilegal para el régimen establecido, pero su justificación no viene de allí sino del pueblo organizado que forma parte de dichos movimientos.

“Ernesto “Che” Guevara, el padre de todos los movimientos radicales de izquierda en América Latina.”[8] Vaya forma de cerrar el artículo, como hicimos evidente en el apartado referente a Zapata, el autor desconoce todos los procesos revolucionarios que han acontecido en América Latina, si bien es cierto que Guerra de Guerrillas se convirtió en un manual para hacer la guerrilla, no quiere decir que sea por eso por lo que el pueblo decide armarse, sino que son causas verdaderamente justas para ellos las que orillan a la población a arriesgar su vida. Decir que el Ché es el padre de los movimientos radicales latinoamericanos es no entender nada del proceso que desembocó en los diferentes movimientos de Liberación.[9]

Nosotros no sabemos quién les dijo, a los autores de esa página, que pueden escribir, y peor aún, escribir de historia.

Sobre las fuentes, y a manera de conclusión, es interesante observar que las pocas a las que hacen referencia provienen de opositores o enemigos políticos de los actores en cuestión. Volvemos sobre lo mismo, para escribir historia es imperativo elaborar una buena y severa crítica de fuentes. Pero eso es algo que los de Mitófago evidentemente no entienden y no quieren realizar, solo escogen aquellos libros y materiales que les dicen lo que quieren escuchar, lo que reproducen sin el menor empacho.




[1] Arturo Herrera, “Los 5 peores criminales que convirtieron en héroes patrios”, en Mitófago, blog digital en internet: http://mitofago.com.mx/nacional/los-5-peores-criminales-que-convirtieron-en-heroes-patrios/; consultado el 08 de noviembre de 2014. En adelante se omitirán las referencias a pie de página cuando se aluda a este texto, ya que la dirección electrónica es la misma, se usará la nota a pie de página cuando se preste a confusión.


[2] Recomiendo tomar en cuenta los estudios de John Tutino y de Eric Van Young, quienes ponen de manifiesto el carácter popular del movimiento iniciado en el Bajío mexicano, del mismo modo intentan aproximarse a los motivos de una de las mayores insurrecciones de carácter campesino que ha tenido la nación mexicana. Vid. Tutino, John, De la insurrección a la revolución en México. Las bases sociales de la violencia agraria, 1750-1940, traducción de Julio Colón, México, ediciones Era (Colección Problemas de México), primera edición 1990, tercera reimpresión 2010, 371p.; Van Young, Eric, La otra rebelión: La lucha por la independencia de México, 1810-1821, Trad. De Rosana Reyes Vega, México, Fondo de Cultura Económica, 2006, 1007p.


[3] Sobre este punto recomiendo la lectura atenta de: François Xavier Guerra, Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, 3ª edición, México, Fondo de Cultura Económica; Fundación MAPFRE América, 2000, 406p.


[4] Arturo Herrera, Ibíd.


[5] Sobre la Revolución Mexicana, Villa y Zapata recomendamos la revisión de la siguiente bibliografía básica: Garciadiego, Javier (compilador), La Revolución Mexicana crónicas, documentos, planes y testimonios, México, Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del estudiante universitario 138), 2008; Womack Jr., John, Zapata y la revolución mexicana, trad. de Francisco González Aramburo, México, Siglo XXI editores, primera edición 1969, vigesimosexta reimpresión 2010; Friedrich Katz, Pancho Villa, Traducción de Paloma Villegas, Ediciones Era, Primera Edición en español noviembre 1998, II vols; Taibo, Francisco Ignacio, Pancho Villa: una biografia narrativa, México, Editorial Planeta, 2006.; Sotelo Inclán, Jesús, Raíz y razón de Zapata, Morelos, Gobierno del Estado de Morelos, Instituto de Cultura de Morelos, 2010.


[6] Arturo Herrera, Ibíd.


[7] Al respecto recomendamos revisar los diferentes números de la Revista Contralínea en que se ha investigado y explicado la composición e historia de las Normales rurales y de sus organizaciones. Además del detallado análisis sobre el narcotráfico y los 26 cárteles y subcárteles que en Guerrero se pelean el territorio y el mercado de la droga. Del mismo modo recomendamos, sobre todo, la lectura de: Zósimo Camacho, “Normales rurales: 3 décadas de embate de la DFS”, en Contralínea, disponible en: http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2014/10/26/normales-rurales-3-decadas-de-embate-de-la-dfs/, consultado el 11 de noviembre de 2014.


[8] Arturo Herrera, Ibíd.


[9] Al respecto recomendamos los siguientes textos: Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Guevara también conocido como el Che, nueva edición definitiva y actualizada, México, Planeta, 2007; Daniel Pereyra, Revolucionario sin fronteras. El Che y la lucha por el socialismo, España, Crítica & Alternativa, 2007, 138 p.; Michael Löwy, El pensamiento del Che Guevara, México, Siglo XXI, 2007, 151 p.; Pacho O’Donnel, Che: la vida por un mundo mejor, México, Plaza y Janés, 2003, 571 p.

Featured Posts
Recent Posts
Follow Us
No hay tags aún.
Search By Tags
Archive
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page