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LOS MUERTOS YA SE VAN...

Gerardo S. Rayo

Los muertos ya se van, han venido como cada año y como siempre son muchos más. Me gusta sentir su presencia y hablarles, poner música y sentarme a su lado para compartir la mesa y rememorar tiempos pretéritos. Los muertos hacen de la vida una justificación y la dotan de sentido. A mí me gustaría ser muerto, quizás ellos ya no pasan los atropellos que se viven día con día en México. Pero mientras no sea así, seguiré disfrutando de su cálida visita por unos días.

No los puedo ver, pero la casa es diferente con su presencia. La casa tiene color, armonía, razón de ser. Me fascina noviembre. Puedo escuchar sus pasos sigilosos, así son los muertos, intentando no molestar a nadie. Beben y comen en silencio en el comedor, fuman y se consume el alcohol. Y ahí siguen, como si en realidad ellos nos cuidaran de algo y con su regreso vinieran a recordárnoslo. Lástima que el lenguaje verbal sea imposible entre ellos y nosotros.

Llegaron apenas y ya se van. Su camino es muy largo. La dicha de alimentarse está realizada y saben que no pueden demorar más tiempo. Siento como se despiden y avanzan lentamente por el patio, no hay ruidos, y por el contrario, todo tiene un tinte solemne. Sus pasos están cargados de amargura, sus risas no se escuchan más. Me parece que es un ritual que hacen los vivos: el de guardar silencio por un minuto en honor a los nuevos muertos. Pero ya ha pasado más tiempo y su avanzar, además de lento, refleja el enojo y la tristeza concentrada.

¡Ya sé qué pasa! Los muertos se van tristes y enojados, se van indignados, sus espíritus cargan la empatía con los vivos y su putrefacción actual. No pueden despedirse de otra forma. Ellos saben que su silencio es la manifestación de su odio y es también la invitación a que los vivos hagamos algo. Porque comprenden nuestro dolor se manifiestan, no permanecen imparciales y nos asedian con el pasado y el presente.

Este año parten con mucha más rabia, porque este año, los muertos ya no están dispuestos a soportar crímenes, pues muchos de ellos así perdieron sus sueños o les fueron arrebatados. Por eso vienen, porque los muertos son la historia, porque son la memoria y nos cuidan de olvidar. Su enojo es comprensible en este instante de peligro. Por tanto, ellos como nosotros empezamos a buscar a nuestros compañeros que hacen falta.

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