ACORDES DE UN SUEÑO INEXISTENTE
Amanda Kriemt
A Juanita,
más que una hermana, mi compañera, sostén y guía.
Y ahí estaba. Una habitación vacía, carente de sueños y expectativas, pero repleta de buenas intenciones y bellas imágenes en forma de recuerdos, impregnando las paredes, el techo…cada uno de los muebles que conformaban ese lugar que fue, durante algunos años, lo que muchos podrían llamar hogar.
Su morador se había ido, los ritmos de la incertidumbre lo habían llevado a marcharse de ahí: aquél lugar, el único que había conocido, que le brindó protección y seguridad durante su infancia y buena parte de su adolescencia. Sin embargo, las cosas habían cambiado: quedarse bajo la certeza de una muerte causada por el virus de la monotonía o vivir, aunque sea ese instante físico, único tesoro que tenemos seguro, para conocer la trascendencia que se instala en la memoria humana, en busca de aquellos sueños que nunca tuvo, pero que ahora no dejaban de rondar en su pensamiento.
La decisión estaba tomada. En una habitación vacía aún humea el último puro fumado en ella. Un hombre, caminando bajo la luz lunar opacada por algunas nubes, le da la espalda; ante él un sendero se abre hacia cualquier destino.
