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Desigualdad económica, educación y raza en Brasil

Andrés Olivera Ramírez

Brasil es un país de población sumamente heterogénea, tanto en los ámbitos social y cultural, como en el económico. Las recientes protestas suscitadas a raíz de los escandalosos gastos invertidos, por el gobierno de Dilma Rousseff, en la realización del mundial (alrededor de 11 mil millones de dólares), así como la exigencia en la mejora de los servicios de salud y educativos, revelan un gran descontento entre la población, de una de las economías más desiguales de Latinoamérica.


A pesar del gran crecimiento económico, producto de una política económica neoliberal y el combate contra el hambre y la pobreza, emprendidos por los gobiernos del Partido de los Trabajadores, no se han logrado conciliar las diferencias de clase al interior de la sociedad brasileña. De acuerdo con cifras del Banco Mundial, la renta per cápita en Brasil ha crecido en un 54 % en el periodo 2004-2012, año en que alcanzó los 11, 340 dólares. Sin embargo, el índice Gini (que mide la distribución porcentual del producto interno bruto entre los más pobres y los más ricos), apunta un .60, uno de los más altos –léase desiguales- del mundo.


Así pues, a pesar de formar parte de los países más “ricos” en términos de producto per cápita, la distribución de la riqueza es muy desigual en el país sudamericano: según datos del Instituto de Investigación Económica Aplicada de Brasil (IPEA, 2005) mientras el 1% de la población -la más rica- concentra el 13.0% y otro sector (menos rico pero más numeroso), representado en un 10%, concentra 46% de la riqueza, el 50% más pobre concentra apenas 13.3 % de la riqueza nacional.[1]


Pero estas diferencias no se detienen aquí. Incluso nosotros podemos observar las diferencias socioeconómicas entre la población blanca y preta y mulata. En la mayor parte de los partidos, la afición brasileña tiene un aspecto homogéneo, pues con abrumadora mayoría son de piel blanca; en cambio, al exterior de los estadios, en las fotos que nos llegaron cuando los desalojos y las limpiezas de las favelas, se observan “gentes de color”, morenos, mulatos, pretos. Nos encontramos con que la frase del presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) “en Brasil, ser negro era ser pobre" parece tener un fuerte correlato con la realidad actual de dicho país. De hecho, el ingreso de una familia negra es apenas el 43% del de una blanca y un trabajador negro recibe, en promedio, el 57% del salario de un trabajador blanco en la misma posición.[2]


Un factor importante para la perpetuación de estas diferencias es la educación. Es evidente que el legado del pasado esclavista aún permea muchas áreas de la vida del brasileño descendiente de esclavos, incluyendo el ámbito educativo. De tal suerte que la tasa de analfabetismo entre los afrodescendientes mayores de 1 años, alcanza un 20%, mientras que entre los blancos apenas llega al 6%.


El sistema educativo brasileño ha sufrido importantes cambios a partir de la instauración de “la democracia” en 1988. En pleno gobierno de Fernando Henrique Cardoso, en 1996, se establece la Ley de Directrices y Bases para la Educación, donde se establece en el Art. 205 que “La educación, derecho de todos y deber del Estado y de la familia…”. Por otro lado, facilita la entrada de la iniciativa privada en la educación con el artículo 209: “La enseñanza es libre a la iniciativa privada, atendiendo a las siguientes condiciones: 1. cumplimiento de las normas generales de la educación nacional; 2. autorización y evaluación de calidad por el Poder Público.”


En cierta medida, el gobierno ha realizado grandes esfuerzos en la educación fundamental (los primeros 8 años, de educación obligatoria), casi ha alcanzado la cobertura universal con un 95% de niños, en el rango de edad en la matrícula escolar y ha disminuido significativamente, el porcentaje de analfabetas en el mismo rango de edad, con 3.9%. Sin embargo, la calidad de la educación en los niveles básicos ha sido muy cuestionada con base en los resultados del sistema de evaluación de aquél país, y la calidad de la educación privada parece encontrarse en mejor posición en este nivel.


El panorama en la educación superior es muy diferente. Las mejores universidades son públicas, mas su cobertura es mínima. La educación privada maneja el “mercado” de la educación superior, de modo que el 89.4% de la matrícula la absorben instituciones desvinculadas del gobierno. Al mismo tiempo, la educación que imparten estas instituciones es de menor calidad y la oferta mucho más reducida, dirigida en gran medida a carreras técnicas o medicina, derecho y psicología.


El principal problema que enfrentan los aspirantes a la educación superior ha sido la deficiencia en su formación para superar el examen único (llamado examen vestibular) en un panorama que se asimila en gran medida al de México. La mayor parte de los aspirantes que aprueban este examen, provienen de instituciones privadas y en general, pertenecen a las capas de población con mayores ingresos. Según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas: el 45% de los estudiantes universitarios provienen del 10% de las familias más ricas, mientras que sólo el 6,9% proviene del 50% de las familias más pobres. [3]


El resultado es que, en correspondencia al bajo ingreso de la población negra, el ingreso de la población afrodescendiente, de acuerdo con los resultados de una encuesta realizada junto al Examen Nacional de Desempeño de Estudiantes (ENADE), es muy bajo. La población de las universidades públicas se reparte entre un 70% de blancos y un 27% de pretos y mulatos, el resto se reparte entre orientales e indígenas (este último, un sector minoritario quizás más marginado). [4]


Es difícil establecer la “eficiencia terminal” entre ambas poblaciones, pero los bajos ingresos de la población afrodescendiente nos pueden dar una idea de lo que ocurre.


La población preta brasileña pudiera dar salida a su postrera miseria con una preparación educativa superior, que le diese elementos para analizar y resolver su endémica pobreza pues, como decía Martí, “ser culto es la única forma de ser libre”. De momento, el gobierno petista ha implementado una serie de programas con una orientación a la discriminación positiva. Es el caso de las cuotas sociales y raciales, recientemente aprobadas en el congreso brasileño (2012), las cuales establecen un 50% de vacantes en las universidades estatales para población con bajos recursos y con preferencia para personas de rasgos indígenas y afroamericanos. [5]


Aunque dichas políticas ya han dado sus frutos y son un esfuerzo loable, parece evidente que el sistema educativo brasileño no podrá dejar de conservar su acentuado carácter elitista mientras no se incremente la matrícula, principalmente en el sistema público. Por otro lado, precisamente porque las políticas educativas en Brasil, han dado continuidad a las indicaciones de los organismos internacionales (FMI y BM por medio de sus emisarios de la cultura UNICEF y OEI) dando paso a la iniciativa privada para que amplíe la matrícula, la orientación general de la educación superior se ha volcado en la lógica neoliberal de crear trabajadores especializados, y se ha instrumentalizado. En suma, se han convertido en productoras de títulos al por mayor y no de una educación crítica y de calidad.


Por tanto, corresponde a la iniciativa de los propios estudiantes y profesores, así como del movimiento popular organizado, emprender acciones dirigidas a democratizar el sistema educativo en Brasil con la perspectiva de configurar una educación humanística y crítica. De cara a las elecciones de octubre del 2014, es necesario que Dilma reconsidere las relaciones del gobierno con el pueblo, pues como dijo hace aproximadamente un año el dirigente del movimiento de los sin tierra Joao Pedro Stédile: “es hora de que el gobierno se alíe al pueblo o deberá pagar factura en el futuro”.




[1] Dato extraído del estudio “Desigualdad en la calidad de la educación en Brasil: Un estudio de caso en la región noreste fluminense”, Disponible en: http://www.icesi.edu.co/revistas/index.php/revista_cs/article/view/442/442 [Consultado el 27 de junio del 2014].

[2] Extraído de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-57952007000300004 [Consultado el 27 de junio del 2014].

[3] Vid. “Brasil de la democracia racial al estatuto de la igualdad racial”, Disponible en línea: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-57952007000300004 [Consultado el 27 de junio del 2014].

[4] Estos datos fueron obtenidos del excelente trabajo titulado “La escuela superior en Brasil: raza, renta y educación media como factores de desigualdad”, Disponible en línea: http://www.ses.unam.mx/publicaciones/articulos.php?proceso=visualiza&idart=1700 [consultado el 27 de junio del 2014].

[5] Ver nota: http://www.ses.unam.mx/publicaciones/articulos.php?proceso=visualiza&idart=1700 [Consultada el 27 de junio del 2014].

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